sábado, 1 de setiembre de 2007

La era republicana la despojó de bienes y para protegerlos recurrió a una reingeniería inmobiliaria.


“Coexistió para defender bienes"

Pedro Escribano.

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Exorcismo económico. Historiador Fernando Armas ante el frontis de la iglesia San Agustín en el centro de Lima. (Foto: Víctor Vásquez)

El historiador Fernando Armas sigue hurgando la historia económica de la Iglesia Católica en el Perú. Anteriormente publicó La invención del patrimonio católico y esta vez Iglesia, bienes y rentas. Secularización liberal y reorganización patrimonial en Lima (Ed. Instituto de Estudios Peruanos e Instituto Riva Agüero). Armas tiene sus razones: "La iglesia Católica en la república siguió siendo una institución muy influyente como en tiempos coloniales. Pero curiosamente se la ha estudiado desde múltiples aristas, pero no desde la perspectiva económica, de sus bienes y de sus ingresos. Dos preguntas me inquietaron: ¿de qué vivió la Iglesia luego de la independencia nacional?, y ¿siguió teniendo un patrimonio tan grande y gravitante sobre la economía nacional como durante el Virreinato?"

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–¿A qué conclusiones llegó?

–Que la iglesia, que vivió durante siglos de las rentas que les producían sus bienes inmobiliarios e intereses de préstamos, reorganizó su patrimonio con la llegada de la república, manteniendo bienes raíces, es cierto, pero procurando que esas fincas en una ciudad como Lima, por ejemplo, sean muy productivas y bien ubicadas en las nuevas zonas comerciales o con futuro, es decir haciendo un proceso de reingeniería inmobiliaria.

–¿Y a qué se debió esa reorganización para obtener ingresos económicos?

–A que con la llegada de la república, el Estado y los políticos de turno patrocinaron leyes y políticas conducentes a establecer una moderna economía en el Perú. Y eso pasó por reducir la presencia económica de la iglesia en ciertas actividades, para permitir el ingreso de nuevos actores capitalistas –los nuevos ricos– en el país. Haciendas y fincas urbanas pasaron a manos del Estado y éste se los traspasó a particulares.

–Entonces, la iglesia perdió muchas inversiones...

–Es cierto. Por ejemplo, en 1826 se dio un decreto que permitió la expropiación de 42 conventos en todo el Perú. Locales y bienes a su nombre pasaron a manos del Estado. Fue una supuesta reforma de religiosos. Hoy en día muchas comisarías, colegios o universidades funcionan en locales de viejos conventos expropiados.

–Esta investigación permite, entonces, conocer mejor a la iglesia y el origen de muchos bienes...

–Exacto. La iglesia no sólo no quedó postrada sino que sobre la marcha pudo aprender cómo coexistir en un país de cambios tan vertiginosos como el nuestro, vendiendo terrenos o lotizando. Imagínese, en Lima: antes todo el jirón Lampa y Huallaga estaban en manos de la iglesia, la vieja zona bancaria del centro. Las instituciones financieras se fueron asentando allí, comprándole terrenos. O la zona de Ollería, que dio pie a la urbanización de La Victoria, se asentó sobre una vieja huerta conventual. O la reconversión de muchos viejos edificios en galerías comerciales. La ampliación urbana de Lima permitió todo este proceso.

Perfil

EL AUTOR. Fernando Armas Asín nació en Lima, 1969. Es doctor en Filosofía y Letras y miembro del Inst. Riva Agüero. Ha publicado Liberales, protestantes y masones, Sur chico/Lima. Espacio y patrimonio y La invención del patrimonio católico.

articulo publicado en larepublica.com.pe


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